En el recorrido que hicimos, yo quedé sorprendido como en tan corta distancia y tan poco tiempo vivimos tan diferentes realidades: el ambiente urbano y el ambiente natural de la montaña. Es precisamente en estos factores (distancia y tiempo) que vinculan la relación entre ciudad y naturaleza que concentro mi crítica de hoy.
De hecho, es interesante ver como con el gano de este nuevo espacio, Barcelona superó la condición de “una de las ciudades con menos espacios verdes” para convertirse en “una de las ciudades con más espacios verdes”. Los espacios naturales de la Collserola son de calidad inolvidable y es relativamente fácil olvidar de que estamos a sólo unos minutos y unos kilómetros de una gran ciudad. También es interesante observar que muchos de los presentes en el recorrido son naturales de Barcelona (o ya viven aquí hace varios años) y estaban en el parque por la primera vez. Esto demuestra, en mi opinión, no la falta de validez del parque como un espacio de la ciudad, pero su falta de eficacia como un espacio verde de referencia, efectivamente solicitado y utilizado por los ciudadanos. Un espacio con estas características tendría, necesariamente, que estar más relacionado con la ciudad y con las personas. Tendría que establecer relaciones de proximidad que permiten su comprensión como parte de la ciudad, y no como algo que está en el lado opuesto del mar y que define el limite Noroeste de la ciudad.
Siguiendo este razonamiento, los parques Guell, de Monjuic y de la Ciutadella son dispositivos que, aun que tengan diferentes características, están dentro de la ciudad y catalizan la preferencia de los ciudadanos – ellos son realmente los parques urbanos. De hecho, no tengo el costumbre de visitar parques con frecuencia, pero cuando lo hice en Barcelona, estos fueron los elegidos.
En otra escala, la ciudad que estudio, el Porto, consideró también la necesidad de espacio verde para disfrutar. El proyecto se implantó en una zona cerca del mar, adyacente a la Avenida da Boavista (eje principal de la ciudad contemporánea) y se desarrolló en paralelo con el rediseño de toda la frente al mar (proyecto del arquitecto catalán Manuel de Solà-Morales). Con efecto, se consiguió una integración efectiva en la vida de los ciudadanos de Porto. Al largo de los años, el nuevo parque ha demostrado ser una apuesta gana, con una afluencia de personas que superó las mejores expectativas.
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