El ensanche de Barcelona se ha convertido en uno de los modelos de crecimiento más destacados, sirviendo como ejemplo a otras muchas ciudades.
Una de las ventajas más destacadas es que la isotropía de la malla admite usos y tipologías muy variadas, desde una gasolinera hasta edificios de oficinas, viviendas, comercios… sin que esto afecte a su morfología interna. Pienso que la no especialización por usos es una ventaja respecto a otras zonas de la ciudad, permitiendo un enriquecimiento de la trama tanto en extensión como en altura. Precisamente en nuevas zonas del ensanche, como es el caso del 22@, donde se ha tendido a una concentración de usos similares, es donde el modelo ensanche ha fracasado.
A pesar de ser una malla muy homogénea, siempre encontramos puntos de referencia como una iglesia transportada directamente desde Via Layetana, un mercado…, incluso los chaflanes, se convierten en puntos destacados donde encontramos terrazas, kioscos…, convirtiendo lo homogéneo en heterogéneo.
Quizá uno de los puntos frágiles del ensanche es su escasez de espacio público, como consecuencia de la especulación, pero la capacidad de la malla de soportar esta sobre densificación, demuestra una vez más la flexibilidad del modelo. Además, en los últimos años se han realizado algunas intervenciones de recuperación de espacios de interior de manzana como espacio público que abren nuevas posibilidades y maneras de entender estos espacios.
La situación del ensanche de Oporto es diferente, especialmente por la importante topografía que caracteriza a la ciudad, no permitiendo la realización de una trama tan homogénea como la del ensanche Cerdá. El crecimiento de la ciudad se realiza a partir de unas vías principales que sirven de sustento a la edificación, al contrario que en el ensanche Cerdá, que se le da la misma importancia tanto al espacio del coche y el peatón como al de la edificación; por ello Oporto carece de la regularidad y claridad del ensanche Cerdá , siendo esta quizá una de sus características más atractivas.
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